Cuando despertabamos, el olor a chocolate se percibía desde el patio, las cacerolas con huevos ya estaban sobre la mesa y las arepas en la parrilla. La verdad, ignorabamos las madrugadas previas al sol que ella tan bien conocía. En compañía de ese hombre tan cercano a la ternura como a la firmeza, prendía el carbon, preparaba el maiz, lo molía y armaba las arepas, en profusión de formas. Unas simples, otras con sal. Tan elevado sentido del decoro, tanta sensibilidad, que ella, desde antes del alba, preparaba unas arepas tan gratas a todos los sentidos, que apenas uno las miraba le entraban mayores ganas de saborearlas. Y es que ella sí que sabía entregarse, darse por completo. Sus alrededores siempre daban la impresión de un paraiso, tan hermoso, tan sencillo, tan fácil en apariencia. Sé que en realidad todo lo impregnaba de magia por medio de un trabajo cotidiano, constante, esforzado, silencioso, pero elocuente en sus matas, sus flores, su pulcritud, su orden, su sonrisa y sus bendiciones.
Magia que atravesaba rios, valles, cordilleras. Recuerdo un cumpleaños, mis diez o nueve años y no obstante lo insondable que ante mi ingenuidad infantil aparecía la distancia que separaba Ipiales de Manzanares, a media mañana después del obligado baño del cumpleañero, mi madre me ofreció un pantalón y una camisa nuevos y me dijo que eran el regalo de ella.
Magia que atraviesa aparentes despedidas definitivas. Abuelita Oliva me siento tan orgulloso y tan feliz al saber que vives en mí, en mi madre, en mis tios, en mi tía, en Mauri, en mis primos, en mis hermanos. Tan cotidiana, tan constante, tan sonriente, tan silenciosa y tan elocuente en la alegría de saberme tuyo. Desde siempre, por siempre, para siempre privilegiado de estar hincado de rodillas ante tí recibiendo tu dulce tacto en mi frente, en mis brazos y en mi pecho mientras escucho tu voz que me dice: "En el nombre del Padre, del Hijo, del Espiritu Santo, Amén".
LFEG ® 2010.
Cuando a menudo me enfrasco en el complejo cuestionamiento de nuestra procedencia, de nuestra naturaleza, de la percepción que en ajenos generamos, me alegre en verdad, sentí el más profundo alivio, pues me encontré con la afortunada sensación de que mucho somos de otros, mucho resultado, y es que al mirar atrás aun hay deleite, esperanza, privilegio de saber que seres de tan admirable hermosura nos dan la vida, nos crean viven en nosotros , mi vida entera agradece la presencia de mi abuelita Oliva que reposara eternamente en mi. Yo lo sé. Siempre...
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