El análisis que, de manera tan oportuna, hace nuestro apreciado Tío Milton sobre la actual situación electoral en el municipio de Puerto Boyacá, no sólo provoca intensa emoción, sino que estimula la reflexión sobre la participación política en Colombia.
En un artículo previo, tratábamos de evidenciar algunas de las dificultades que han existido a lo largo de la historia de nuestro país, para que los colombianos, tal vez siguiendo un modelo ideal, nos constituyamos en sujetos políticos plenos, esto es concientes, libres, críticos y activos. Opinábamos, siguiendo a Negri, que sólo habrá posibilidad democrática cuando los miembros del colectivo popular hayan efectuado un proceso de intelectualización. Cuando, liberado de las alienaciones de la fábrica, los medios masivos y el consumo, cada ser humano adquiera conciencia de sí mismo y de su entorno y sea capaz de mantener una permanente actitud crítica 1. Esto demuestra el inmenso potencial emancipatorio de la educación.
No obstante, nuestra sociedad ha padecido de otros dos fenómenos generalizados que han impedido la libertad política de sus ciudadanos: la grosera inequidad en la distribución de nuestras ingentes riquezas, tanto naturales como obtenidas por el trabajo, y la violencia 2. La primera inmoviliza la posibilidad de conciencia política libre con las cadenas de las necesidades básicas insatisfechas, obtiene votos, y por este camino la consolidación del statu-quo, a cambio de lo que todo ser humano debe tener por el hecho de serlo, por la situación de ser titular de derechos fundamentales: su dignidad. Y la segunda impone, sin alternativa o al precio de la vida, los sufragios, los comportamientos, las palabras, los pensamientos.
Particularmente estimulante la radiografía que a propósito del miedo hace nuestro Tío Milton. Nos muestra que por la violencia paramilitar, los habitantes del Magdalena Medio no tenían pluralidad de opciones ideológicas. No existía debate democrático alguno, porque no había siquiera conciencia democrática. Una suerte de sujeción irreflexiva de los miembros del rebaño a las órdenes del pastor armado. ¿Puede hablarse de convicciones en estas circunstancias? Creo que no. Éstas sólo proceden del ejercicio libre de la razón y del espíritu, del sopesamiento de las ideas, de las propuestas. La ausencia del miedo evidencia la carencia total de alternativas. Ante una realidad que, real o aparentemente, se perciba inmodificable, tendemos a habituarnos a ella, exaltando sus beneficios, por nimios que sean, y olvidando sus perjuicios, por graves que resulten. Ante el fusil que no transige, procuramos olvidar que podemos disentir con buenas razones y concluimos por hacer apología del fusil y sus bondades. Es que nos da seguridad, nos libra de ladrones y drogadictos, se dirá, se dice, cuando lo que provoca es la completa deshumanización, una castración de lo que nos es esencial. En muchas ocasiones, así nos hiele las entrañas, es preferible sentir miedo. Nos advierte de nuestra valiosa y valerosa capacidad de tener una posición autónoma, libre. Es eco de nuestro espíritu, nos demuestra que estamos vivos.
Esperamos que no sólo su símbolo sea inequívoco. Esperamos que la reconciliación sea inequívoca.
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1 La verdadera crítica sólo empieza con, o esencialmente es, autocrítica.
2 Profundizando en el análisis será evidente que la inequidad es una manifestación particular de la violencia, una de sus tantas caras. Ha sido violencia sorda lo que ha mantenido la situación de injusticia que hace que unos pocos disfruten de las riquezas mientras que muchos, por lo general aquellos que con su trabajo las han producido, tengan que enfrentarse cotidianamente con la angustia del hambre y el desposeimiento. Ha contribuido en gran medida a este propósito la violencia institucional, la que se pretende legítima y se reviste, muchas veces, con el atavío de las formas jurídicas.
Se advierte que los escritos políticos plasmados en el blog no representan necesariamente la postura de la totalidad de los miembros Pāṇḍava.
ResponderEliminarSu contenido únicamente se limita al pensamiento y convicciones personales del autor.
Innegable la pertinencia del comentario anterior. Es por esto que para no comprometer a nadie, que no quiera comprometerse, con ideas que tal vez sólo me son propias, he decidido señalar cuáles artículos resultan de mi creación personal. De igual manera dejaré de escribir en plural, en atención a que no represento a nadie distinto de a mí mismo. Sin embargo invito, no sólo al anónimo comentarista resguardado bajo nuestro nombre colectivo, sino a todo el que quiera comentar desacuerdos, consensos o cualquier inquietud, lo haga de manera específica para así contribuir al debate o a la experiencia estética, lo que no se logra manifestando desacuerdos generales que al fin de cuentas no dicen nada.
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