martes, 24 de mayo de 2011

Sinú

Otros menos temerosos de la jungla cogieron monte adentro para buscar la corteza del canime o copaiba y las raíces medicinales de la zarzaparilla, junto con los que venían haciéndolo desde mucho antes...

...regresaban a sus sitios de origen como figuras fantasmales, amarillos de la fiebre y agujereados por el jején, con los sacos llenos de objetos y recuerdos, y decididos a volver allí porque, como lo cantó Compaegoyo, habían "aprendido a conocer el Sinú y a saborearlo enseguida" con lo que "tienen empeñada la vida desde la cuna a la muerte"

O. F. B. Historia Doble de la Costa IV


Como un eterno y poderoso fluir, así siento al Sinú en mis venas, en mis sueños. Como un agradable aroma perfumado; cada noche durmiendo a mi lado y en las mañanas, cuando se fitran hilos de sol entre las cortinas. Caí embelesada al encanto del amor sinuano y como muchos amores, como los verdaderos, su presencia sempiterna acompaña cada paso que doy, alentándome, dándome la fuerza de sus aguas. A veces, en las noches, lloro su ausencia física, ¿cómo no sentir la falta de aire, cuando he conocido su atmósfera perfecta?, ¿cómo no sentir la falta de vida, cuando la vida misma se enreda juguetona entre los bejucos y lianas que inundan sus interminables selvas?, ¿cómo no sentir la ausencia de arte, cuando, cómo lo diría Luis Striffler, "la vegetación en el Sinú se ha complacido en producir fantasías que el arte nunca llegará a igualar"?




Yo, menos temerosa de la jungla que otros, al contrario, siempre atraída por sus sonidos y aromas, llegué al Sinú desprevenidamente, grandiosamente entusiasmada. Eso ya hace tres años y durante un año y medio, poco a poco, a través de viajes oníricos de lo hermosos fui adentrándome al corazón de esas tierras.



Nosotros, un grupo de estudiantes y biólogos de las Universidades de Córdoba, Nacional y UPTC, cumpliendo el papel de actuales exploradores también buscábamos tesoros vegetales: la corteza del canime, la raíz medicinal de la ipecacuana, la presencia del roble tan llena de símbolo e historia. Y allá nos encontramos con quienes venían en esa búsqueda desde mucho antes, encuentro que depara quizás otros muchos escritos, encuentro que bajo la figura de Pedro María Hernández señala la mágica experiencia del ser humano, del conocerle y sentirle en su clara escencia, negando a fuerza de un alma poderosa las tesis hobbesianas.



Seis fueron los lugares que visité en el departamento del Sinú: Moñitos en su alegría desbordante; la delicada Oscurana con sus amaneceres rosa al pie del Murrucucú; la agreste Valencia; el Tuis-tuis colorido y aromático a piña y carambolo; el Silencio cuyo nombre canta y el Alto Sinú, río entre selva, selva entre río pues sus aguas lo cobijan todo. Porque el Sinú cobija todo en Córdoba, desde su nacimiento en el nudo de Paramillo hasta su desembocadura en la bahía de Cispatá, metamorfoseándose durante su recorrido en baile y música de porro; en bollo poloco y machucado de plátano verde; en poesía de Gómez-Jattin, Sánchez-Juliao y Zapata-Olivella.



De cada viaje regresaba agujereada por el jején y en cierta ocasión amarilla de la fiebre que me consumía. Siempre como una figura fantasmal por la falta de aire y magia que me embargaba y tullía, el diagnóstico clásico que suele acongojar a quien no tiene su amado cerca; con las maletas llenas de objetos y recuerdos: semillas, troncos, frutos, tratando de abarcar un poquito de la esencia sinuana.




Hace ya más de un año que no he vuelto, recorro ahora otros caminos y otros ríos, otros ritmos igual de fascinantes, pero persiste en mí el llamado, ¿A dónde va el pensamiento?, persiste el hilo jalando con fuerza hacia Paramillo, Acaso tras el cansancio que sobre el río bogaba, persisten los sonidos recordados de un caimán echándose al agua, de un árbol secular cayendo contra el suelo, del Silencio en canto alborotado de pájaros, en pos del alto Sinú como en pos de una esperanza.



He aprendido a saborear el Sinú, he caído extasiada en sus embrujos, entonces como lo cantó Compaegoyo, he empeñado mi vida desde la cuna a la muerte.




Que sea oportunidad de agradecer a la memoria y trabajo del maestro Orlando Fals Borda por llevarme de la mano a través de la historia del Sinú, de sus cuentos y poesía. Así mismo al maestro Pedrinchis por llevarme de la mano a través de sus caminos y aguas, enseñándome el nombre de sus árboles y a percibir mejor los aromas y sonidos de sus selvas.